El dualismo de Platón

El dualismo antropológico y filosófico de Platón
La filosofía de Platón es marcadamente dualista. Por eso podemos hablar en él de dualismo filosófico. Partiendo de un dualismo ontológico o metafísico (división de la realidad en dos mundos, el de las Ideas y el de las cosas sensibles), Platón defiende un dualismo epistemológico (hay dos fuentes de cononocimiento -la Razón y los sentidos-) y, por último, un dualismo antropológico (el hombre está compuesto por dos realidades distintas e irreconciliables, el alma y el cuerpo). Este último dualismo es el que ahora nos interesa.

Basándose en la doctrina del orfismo y del pitagorismo, Platón aceptó la inmortalidad e inmaterialidad del alma, lo que constituyó una novedad filosófica en su época. Es una doctrina extraña a los griegos que va a permitir al autor establecer la posibilidad de que los hombres conozcan lo verdaderamente real, las Ideas inmateriales, escapando así de lo puramente fenoménico y material. El ser humano está compuesto por cuerpo (mortal) y alma (inmortal).

La relación entre alma-cuerpo es la misma relación que existe entre una nave y su piloto. El cuerpo es la nave que necesita ser dirigida o gobernada por el piloto, es decir, el alma.

El cuerpo es la parte material y pertenece, pues, al mundo sensible. Es compuesto, está sujeto a la descomposición y a la muerte; es cambiante, está sujeto al devenir constante del tiempo; tiene principio y fin, está sujeto a la generación y a la corrupción. El cuerpo es la sede y el origen de los deseos, de las bajas pasiones y de los instintos más bajos. Es, por tanto fuente de imperfección y corrpción para el ser humano.

El alma es la parte divina e inmaterial y pertenece, pues, al mundo Inteligible y suprasensible, al mundo de las Ideas. Es inmutable, no está sujeta a los cambios. Es simple, no está sujeta a la descomposición ni a la muerte. No tiene principio y fin, es eterna (preexiste al cuerpo, subsiste en el cuerpo y sobrevive a la muerte del cuerpo. El alma es la auténtica realidad del ser humano, es su parte esencial.

Platón identifica al alma con la parte más elevada del psiquismo humano, la Razón. Ésta debe ser la encargada de dirigir y gobernar al cuerpo. Éste, en cambio, no es sino un obstáculo para el alma, fuente de imprefeccón y corrupción se convierte, al igual que para los órficos, en una especie de cárcel o tumba material para el alma.

En el Fedro, Platón explica con más precisión su teoría del alma humana. Los deseos, pasiones e instintos no son atribuibles al cuerpo, no son movimientos corporales, sino fenómenos psíquicos producidos por el alma. Es, pues, una parte del alma (la Razón) la que se enfrenta con otra parte de ella (el apetito). Esto lleva a Platón a describir un alma tripartita, dividida en tres partes o a distinguir entre tres tipos de alma.A cada tipo o parte del alma le pertenecen unas características esenciales propias. Es, pues, una distinción cualitativa.

Racional
Irascible
Apetitiva
Carácter
Inmortal
Mortal
Mortal
Ubicación
Cabeza
Tórax
Estómago
Virtudes
Sabiduría y prudencia
Fortaleza y valor
Templanza y moderación
Clase social
Gobernantes
Guardianes
Productores



El alma humana es como un carro alado
El auriga gobierna a los dos caballos, 
uno blanco y otro negro, que tiran del carro






El alma superior, propia y exclusiva del hombre es la racional. Ésta es inmortal y se halla ubicada en la cabeza. Las otras dos almas, la irascible y la concupiscible (o apetitiva) al estar en contacto con el cuerpo son mortales y se hallan situadas respectivamente, en el tórax y en el abdomen. La racional es la encargada de gobernar a las otras dos partes del alma. La concupiscible son los apetitos y deseos y la irascible la fuerza interior o voluntad que decide el conflicto entre razón y apetito a favor de la primera.

Esta división tripartita le permite al filósofo, por una parte, dar cuenta de ciertas tentencias e instintos humanos y, por otra parte, jerarquizar a la sociedad en distintas clases sociales según la naturaleza propia de cada quién, que viene determinada por el mayor peso o predominio de un tipo de alma u otro. La desigualdad social tiene, según Platón, un origen natural.

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