
¿Cuál es el origen del universo, de la vida y, en concreto, del ser humano? La mayoría de las religiones apelan a Dios, o a los dioses, para responder a estas cuestiones. Esto también ocurre en la tradición cultural occidental, tradición que es judeo-cristiana. Según el Génesis, Dios creó todo a partir de la nada, y al hombre a su imagen y semejanza. Todas las especies animales fueron creados de una vez para siempre: son inmutables. Por otra parte, el hombre fue creado semejante a Dios y para dominar al resto de los animales. Por tanto, el ser humano goza de un estatus privilegiado con respecto al resto de seres vivos. Posee una "divinidad" que lo distingue y separa del resto de seres naturales.
Según la religión judeo-cristiana:
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Esta concepción religiosa sobre el origen de los seres vivos y del ser humano es la que ha dominado en la cultura occidental hasta mediados del siglo XIX. Aunque algunos filósofos como Anaximandro o Empédocles sostuvieran una teoría evolucionista, la mayoría de los filósofos y científicos aceptaban que todas las especies animales habían sido creadas independientemente unas de otras de una vez para siempre.
Hasta el siglo XIX dominan las concepciones creacionistas como las que acabamos de ver o fijistas como las de Platón o Aristóteles. Son concepciones religiosas y precientíficas.
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En el siglo XIX, surgen la paleontología, ciencia que estudia los seres orgánicos cuyos restos o vestigios se encuentran fósiles, y la paleoantropología, rama de la paleontología especializada en el estudio de los fósiles humanos. Estas ciencias han aportado datos que hacen que, hoy en día, la evolución de las especies sea un hecho indudable. En la actualidad se acepta que tadas las especies existentes provienen de especies anteriores, ya desaparecidas y que, en última instancia, la vida misma puede proceder, como afirma George W. Beadle, del hidrógeno.
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